La noche iba consumiendo las horas. Todo estaba dispuesto para una cena que esperaba que fuese satisfactoria y que el silencio dejase de existir en aquel ambiente en el que se había convertido su vida. Con las miradas, le insinuaba que algo tenía que decirle pero no se atrevía. Ya había pasado su marido por varias decepciones y no le veía con ese ímpetu para sentirse alegre ante una nueva noticia.
¡Bueno, vamos a ver , me lo dices o tengo que preguntarte yo ¡ - eran los años conociéndose que con solo la mirada se conocían.
¡Estoy de nuevo embarazada ¡ algo me dice que esta vez será diferente por eso del miedo a que no te alegres.
El hombre dejó su comida y se fue hacía ella para cogerle las manos. ¡Mi amor eres lo más bonito que tengo, como no me voy alegrar de lo que te ocurra y esto es fenomenal ¡
Los días fueron pasando y el hombre se enternecía a la vez que sentía a su hijo crecer dentro del vientre de su esposa. Su carne se iba derritiendo antes los dolores de la mujer. Las lágrimas le fluían por sus ojos como un consuelo por saberse que esta vez sí vendría todo correctamente ante las palabras del médico que asistía a su mujer. En el rostro de su mujer se notaba la belleza de un flor, sus ojos eran palabras de gratitud y a él se le escapaban las lágrimas al verla tan feliz. Aquel ya no era un ambiente sin complicidad ni letargo emocional, todo había florecido con la buena nueva de un retoño que haría una casa llena de alegría. Si antes la amaba, ahora era su pasión, su amor rejuvenecido y su nube de sueños. La besaba y la cuidaba a todas horas del día. Ahora al verla con su gran barriguita, la notaba una mujer realizada y él ya no cabía en su persona….
Fueron pasando los días y a todo asistía con agrado a lo que la bella mama decía. El nombre era algo que no quería involucrarse pues era potestad de su mujer. Las noches se hacían dolorosas al sufrir él también esos dolores, que pasados, te hacen reír de felicidad. Llevaba las cuentas de cuándo llegaría, que cosas había que preparar…. Estaba tan involucrado en el nuevo ser que la mujer pensaba que ocurriría si no saliese bien el alumbramiento. Su temor era volver a verlo en la decepción y era la última vez que lo intentaría por que la edad iba restringiendo algunas cosas naturales. Las noches las pasaba con pensamiento sudoroso, no por el dolor, si no por el dolor de ver a su marido de nuevo en la angustia y la desilusión.
Llegó el momento y el padre estaba tan nervioso que sus reflejos de hombre no hacían llegar a su cabeza. Era un manojo de nervios y no sabía qué hacer ni cómo ayudar. Dentro del Hospital, le animaron a ver el parto, a lo cual aceptó pero sin mencionar palabra alguna, al ver nacer a su hijo, su desmayo le sumió en un profundo letargo. Escuchaba el llanto del crío, sabía que estaba bien, oía las palabras de su mujer… pero él se sentía tan feliz que sin mencionar palabra de sus ojos corrían unas lágrimas llenas de felicidad. Recordó que un día había pensado que no tendría descendencia y eso le hacía sufrir. Ahora que ya se iba despertando de su desmayo, veía todo como en una bosque lleno de flores. Posó sus ojos en la cama donde estaba su mujer y tu hijo. Aquel momento lo había deseado tanto que sus lágrimas volvieron a relucir. Era tal la angustia que había pasado, era las noches sin dormir, de pensamiento sin camino finales… era decir ¡Gracias ¡ sin mencionar palabra. Era una sensación nada comparada con lo que le había pasado en la vida.
Al tomarlo en sus brazos, ya no podía llorar más pues sus ojos estaban secos, pero en su sonrisa y en sus ojos estrellados se podía notar la felicidad de un padre que siempre quiso tener esa cosita tan tierna en sus brazos. Estaba sometido a una liberación que su gesto fue de llevárselo consigo. Aquel hombre estaba experimentando lo más bonito de la vida y no deseaba que nadie lo apartase de su lado. No sabía que pasaría en un futuro pero ahora se sentía el hombre más feliz del mundo.
--- FRAN ---
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